Columna de Arturo Núñez: “Los pilares del tenista”

Se critica que, antiguamente, los profesores le daban mucho énfasis a la técnica; que las clases eran tediosas; que el extenso trabajo en el frontón resultaba aburrido, y que el entrenador era muy exigente y autoritario, entre otros aspectos.

Puede que todo eso haya sido cierto.

Lo que ocurría es que antes, para considerarse un buen jugador había que ser un tenista completo, sin falencias, porque las raquetas le imprimían a la pelota bastante menos potencia que las actuales, y las superficies de sus cabezas se asemejaba mucho a la de un puntero, herramienta con la que hoy se realizan trabajos de precisión.

Por lo tanto, la técnica debía ser depurada, pulcra al máximo, para que los golpes fueran efectivos.

Por eso, el profesor era en extremo riguroso.

En la actualidad, en general, los profesores no son tan estrictos, la técnica evolucionó y la metodología de enseñanza se volvió más lúdica.

Sin embargo, la definición de lo que significa ser un buen tenista no ha cambiado tanto con el tiempo:

-Un buen tenista se sostiene en sólidos cimientos técnicos.

-Un jugador de nivel construye el punto, usando las herramientas precisas para cada ocasión.

-Un buen tenista toma riesgos calculados.

-Un tenista con cultura táctica, siempre planifica el partido. No improvisa, ni juega a la deriva.

-Un buen jugador utiliza de manera óptima sus recursos técnicos, tácticos, físicos y mentales.

-Un tenista de nivel conoce sus fortalezas y debilidades, junto a las oportunidades y amenazas que representa su adversario.

-Un buen jugador maneja la presión, y se mantiene sereno en la cancha, cuando el panorama se presenta adverso, pues sabe que tan solo un punto puede cambiar el curso del partido.

Como cualquier proyecto serio, un buen tenista es la consecuencia de un largo proceso que se planificó y ejecutó de forma correcta, desarrollado por especialistas con un alto grado de capacitación.

Arturo Núñez del Prado / Profesor de Tenis / Periodista / arturondp@gmail.com