2024-11-07
Columna de Arturo Núñez: “Triunfos morales”
Una vez, oí una expresión que me quedó grabada: “el resultado moral de un partido”.
La escuché aplicada al fútbol, y a un caso concreto: un equipo ataca constantemente durante el partido, debiendo ganar a lo menos 3-0. Pero pierde 0-1, pues el otro conjunto se defiende todo el encuentro y concreta la única posibilidad que se crea.
Resultado real: 1-0 a favor de la escuadra que se defendió el partido entero.
Resultado moral: debió haber sido 3-0 para el elenco que fue protagonista, y que cayó derrotado por su impericia ante el arco rival.
En el tenis social, eso sucede con frecuencia.
Existen jugadores que atacan todo el tiempo, pero fallan demasiado y pierden por sus múltiples errores.
Terminado el match, argumentan que poseen mejores golpes que su oponente, que son superiores al adversario, y que el contrincante desplegó un tenis “ratón” o “corta físico”, calificándolo como “fantasma”.
Puede que tengan razón, pero se trata de un triunfo moral, porque el marcador refleja que perdieron.
Los tenistas que se limitan solo a devolver la pelota sin mucha velocidad o con trayectoria alta, mediante lo que desesperan y derrotan a oponentes agresivos como los descritos, por lo general son despreciados.
Ahora, si usted es de ésos, de los que no arriesga, no se sienta mal, ni intente cambiar su juego.
En el caso que sea dueño de una técnica no tan depurada y un estilo de juego poco vistoso, pero sí efectivo, no se avergüence. Tampoco se sonroje.
El tenista astuto es quien sabe usar sus armas, jugando de la forma más conveniente, de acuerdo a sus características técnicas y físicas.
Entonces, en el tenis también se puede aplicar lo del resultado real y moral.
Pero el real es el único que vale, porque lo que cuenta es la eficacia y la eficiencia del juego desplegado.
No se obtienen puntos por jugar bonito, ser más valiente, ni “azotar” todas las pelotas.
Como casi siempre en los deportes, triunfa el que explota mejor las debilidades del oponente, y disimula mejor las suyas.
Nunca he visto a nadie mostrar orgulloso, una vitrina repleta de triunfos morales.
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