La gente se imagina que ser profesor de tenis consiste en hacer deporte al aire libre, en short y polera, mientras los suaves rayos del sol entibian el ambiente.
Algo de eso hay, pero es solo una pequeña parte de la realidad que un entrenador debe enfrentar en forma cotidiana.
Bastantes profesores empiezan a dar clases a las 07:00 de la mañana, con temperaturas casi bajo cero en invierno, para terminar a veces a las 22:00 o 23:00 horas con un frío intenso. Estas extensas jornadas, que incluyen a veces también los fines de semana, resienten significativamente la vida familiar.
En verano, en tanto, deben soportar largas horas con los termómetros elevándose por sobre los 32 grados. Año tras año la temperatura aumenta y, con la edad, el cuerpo resiste cada vez menos el calor.
En las clases particulares, los entrenadores tienen que jugar con cada alumno que los contrata, a diferencia de colegas de otras disciplinas deportivas que solo dirigen la sesión. Ello implica un enorme desgaste físico, ya que esa actividad se prolonga por 8 horas diarias o más.
Entonces, las afecciones a la piel, hombro, codo, columna, muñeca o rodillas aparecen con frecuencia. Y un profesor lesionado, no genera dinero. Es así de simple, pues un buen número de entrenadores trabaja sin contrato. Por lo tanto, para los que no cuentan con ese vínculo laboral explícito, no existe el derecho a presentar licencia.
A eso se suma que las clases se suspenden por diversas razones como heladas, lluvias y calidad del aire, motivos que junto a las lesiones, viajes o enfermedades de los propios alumnos se alzan como causas que tornan complejo obtener un sueldo similar mes a mes.
El horario de invierno tampoco favorece, pues normalmente las personas evitan el frío y la oscuridad que se dejan caer en la tarde. Por otro lado, las clases de tenis no son indispensables, así que se interrumpen ante problemas financieros pues en esa situación existen otras prioridades.
Numerosos profesores trabajan en más de un club, lo que implica en determinadas circunstancias largos desplazamientos diarios. En ocasiones hacen además escuela de tenis en las instituciones donde se desempeñan. Y en ciertos casos, reciben un porcentaje del ingreso total por ese concepto. Pero en invierno, la cantidad de niños baja de manera drástica, por lo que esa fracción se traduce en una cantidad mínima de dinero.
La instrucción es otro tema relevante. En Chile, los libros son caros. Ahora, si esos textos abordan aspectos técnicos, resultan todavía más onerosos.
En cuanto a las capacitaciones que se realizan en el país, algunas de las cuales han sido excelentes, estoy convencido que existe una porción considerable de entrenadores que no cuentan con los medios para costearlas.
No digo que sean caras, ese no es el punto. Lo que afirmo es que, aun teniendo un valor razonable, la desmedrada realidad de una cantidad importante de profesores les impide asistir. Y cuando no se puede crecer profesionalmente, eso se traduce en frustración.
No son pocos los que abandonan la docencia en cancha, por la inquietante inestabilidad económica que generan todos los factores mencionados, con lo que se pierde un capital humano de incalculable valor.
Los futuros campeones se forman en las escuelas de tenis, o mediante las clases particulares. No en los centros de alto rendimiento, donde llegan con los fundamentos básicos aprendidos. Según mi experiencia, quienes trabajan en iniciación no reciben el reconocimiento que merecen, lo que sí ocurre en general con los coaches que se desempeñan en la alta competencia.
Queda claro que ser entrenador en Chile no es tarea fácil. Resulta mucho más sacrificado de lo que la gente se imagina.
Afortunadamente, todavía existen personas con esa vocación que, superando múltiples dificultades, disfrutan al enseñar y formar a otros a través del deporte que los ha apasionado toda la vida.
Eso es un privilegio. No cualquiera tiene un trabajo así, que reporta enormes satisfacciones.
Pero no se trata de una actividad para todos, sino solo para los que están dispuestos a vivir permanentemente mes a mes en la incertidumbre, en la cuerda floja, donde nada es seguro.
Es la heroica aventura de ser profesor de tenis en Chile.
Arturo Núñez del Prado
Periodista
Profesor de Tenis
arturondp@gmail.com