No es un misterio, que el revés a dos manos predomina hoy en el circuito tenístico mundial femenino y masculino.
Sin embargo, no siempre fue así. Antiguamente, ocurría lo inverso: el revés a una mano reinaba sin contrapeso.
La prueba es que recuerdo haberme deslumbrado, siendo niño, con ese golpe ejecutado por John McEnroe, Stefan Edberg, Iván Lendl, Boris Becker y tantas otras estrellas.
También quedó grabada en mi retina, la impronta de jugadores con la misma característica técnica como Gabriela Sabatini, Gustavo Kuerten, Gastón Gaudio, Filippo Volandri y Fernando González.
Ahora, mi atención la acapara el revés del suizo Roger Federer y el de su compatriota Stanislas Wawrinka.
Pero la realidad indica que, en este momento, ese golpe clásico se encuentra en retirada. Sus exponentes no abundan. Y, como ocurre casi siempre, no existe solo una causa que lo explique.
La evolución del material de juego y la preparación física de los jugadores profesionales, son elementos que ayudan a entender el fenómeno.
En los tiempos que corren, las raquetas permiten imprimirle mayor potencia a la pelota que antaño. A eso se suma la mayor altura de las nuevas generaciones de tenistas que, junto a un exhaustivo trabajo físico, los convierte en atletas más fuertes y resistentes que los jugadores de épocas pasadas. Estos elementos se confabulan, entonces, para que la bola viaje cada vez más rápido de un lado a otro de la cancha.
Y para hacerle frente una andanada de tiros muy veloces, el revés a dos manos se erige, para la mayoría, como la fórmula adecuada para contrarrestar un ataque de esa naturaleza, por el lado que casi siempre es más débil en la mayoría de los exponentes del deporte blanco.
Podría ser un muy buen argumento para dotar a un niño de un revés a dos manos. Pero también existen otros motivos.
Y el primero, a mi entender, es que el revés a una mano es de una alta complejidad técnica. Desarrollarlo requiere un proceso largo, en un mundo en que el tiempo escasea desde hace mucho.
Si un profesor se lo enseña a un niño, éste progresará más lento en un principio, que otro alumno que esté aprendiendo a pegar con ambas manos.
Entonces, a veces, por la impaciencia de los niños y la presión de los padres, que no les gusta que sus hijos se queden atrás, los entrenadores optan por el revés a dos manos, cuyo aprendizaje más sencillo permite que el alumno disfrute el juego y tenga sensación de éxito en menor tiempo.
Mención aparte merece que, en la actualidad, el tenis debe competir contra estímulos que antes no existían: Facebook, Instagram, Twitter, WhatsApp, las consolas de videojuegos y Netflix, por citar solo algunos. Por lo tanto, si el alumno se aburre porque el tenis le cuesta y decide no asistir más a las clases, tiene muchas opciones para entretenerse.
Puede que el revés a dos manos sea lo más fácil de enseñarle a un niño, para que se divierta y no abandone el deporte, y lo mejor para luego sobresalir en el ultra competitivo mundo del tenis rentado. Lo más seguro es que sea así y no pretendo discutirlo.
Pero sigo creyendo que, estéticamente, un revés a una mano como el de Federer y Wawrinka, por ejemplo, es un verdadero regalo para los ojos del espectador.
Un obsequio que se debe apreciar, pues cada vez se ve menos.
Arturo Núñez del Prado
Periodista
Profesor de Tenis
arturondp@gmail.com