Cada vez que Christian Garín pierde jugando mal, los aficionados se dividen en las redes sociales.
Por un lado, están los que critican al chileno sin piedad y exigen que cambie de actitud, raqueta, ropa, zapatillas, preparador físico y entrenador, como mínimo.
Hasta proponen que se retire, para dedicarse a otra cosa.
En la vereda del frente figuran los que consideran que los otros son unos chaqueteros, que jamás han tomado una raqueta en su vida.
Aseguran, además, que es fácil censurar, o reprobar, el rendimiento de un deportista sentados en un sofá tomando cerveza, detrás de la pantalla del computador.
Yo soy de los que cree que cualquiera puede opinar, aunque nunca haya puesto un pie en una cancha de tenis.
Lo afirmo porque si solo pudiéramos hablar de lo que hemos hecho o experimentado, la mayoría no podría emitir juicios sobre el presidente de algún país, por ejemplo, porque son muy pocos los que llegan a ejercer ese cargo.
Lo mismo ocurriría en un restorán: si no somos chef, no podríamos estar disconformes con la comida, puesto que no sabemos preparar platos de alta cocina.
Pero también pienso que en Chile le tenemos verdadero terror a la palabra fracaso, y somos capaces de inventar cualquier argumento o excusa, con tal de no aceptar que no se consiguió un objetivo.
Como dije, estoy convencido que cualquiera puede opinar. Pero con la misma fuerza, sostengo que opinar no es lo mismo que saber.
Eso hay que tenerlo claro.
Arturo Núñez del Prado / Profesor de Tenis / Periodista / arturondp@gmail.com