Hace unos días, entrenando a un grupo de jugadores, ocurrió algo que por desgracia suele ser bastante frecuente. Uno de los jugadores no paraba de quejarse de que nada le salía bien, que todo era un desastre, que no valía para nada etc. Tras un rato así, le dije que le entendía, que realmente no estaba jugando bien, pero que esa actitud tan negativa no le ayudaba en nada. Llegó un momento en el que solo veía lo que hacía mal, y lo que hacía bien lo atribuía a la suerte. Le dije que necesitaba ser más positivo, valorar lo que hacía bien, y me respondió algo que nunca antes me había dicho nadie y que me sorprendió. Me dijo “Rafa, toda mi vida he sido así de negativo conmigo mismo en algunos aspectos, y tampoco me ha ido tan mal, así que ¿para qué voy a cambiar?”. Realmente, en parte tenía razón, las cosas no le van tan mal, es un chico de 15 años que juega bien a tenis, socialmente está muy bien integrado, tiene unos excelentes valores, tiene buenas resultados académicos…Pero las preguntas que me vinieron rápidamente a la mente fueron ¿le va así gracias a ser negativo, o a pesar de ello? ¿Si tuviera una actitud más positiva en ciertos aspectos de su vida, no le iría mejor aún? A raíz de esta situación, decidí buscar alguna referencia y reflexionar acerca de la importancia real que puede tener el ser positivo en lo que hagamos, no solo desde el punto de vista del rendimiento deportivo de nuestros jugadores, sino también desde el punto de vista de nuestra labor como entrenadores.
Uno de los mayores referentes a nivel mundial en cuanto a cómo afrontar las situaciones con optimismo es Mark Stevenson, que se ha dedicado durante varios años a observar y analizar como algunas de las personas más brillantes consiguen hacer cosas positivas que hacen que del mundo un lugar mejor. Según Stevenson, todas estas personas tienen 8 principios en común, que son los 8 principios de lo que él denomina el optimismo pragmático.
El primer principio habla de tener un optimismo ambicioso, de que no nos podemos conformar con lo que tenemos, hay que soñar con el futuro tal y como queremos que sea. En el caso del deporte, tendríamos que transmitir a nuestros jugadores ese optimismo que les haga pelear por aquello que sueñan, por aquello que les hace mejorar cada día, y esa forma de actuar ya tendrá valor por sí misma, aunque finalmente no se cumpla el sueño tal y como lo habían imaginado. En el caso del jugador del que os hablaba, este principio es claro, no se puede conformar con estar jugando mal, aceptar que esa es la realidad y que no tiene solución, tiene que ser optimista y pelear por cambiar esa situación.
El segundo principio común a todas las personas que hacen cosas que merecen la pena es que están comprometidas con proyectos que van más allá de ellos mismos. Este principio se puede observar de forma muy clara en aquellos entrenadores que ven su trabajo como algo más que un medio para ganarse la vida. El comprometerse con la mejora de sus alumnos, de utilizar el deporte como una herramienta educativa y de formación personal, hacen afrontar el futuro con un mayor optimismo y motivación. Del mismo modo, si somos capaces de transmitir a nuestros jugadores que el deporte les va a aportar algo que va más allá de su propia formación deportiva, hará que tengan un propósito mucho más claro y sean más optimistas respecto a su futuro.
El tercer principio es el de la importancia de compartir las ideas. Desde luego, gran parte de nuestro trabajo consiste en compartir nuestras ideas con nuestros jugadores para lograr un mejor rendimiento, si no compartiéramos nuestros conocimientos con ellos, nuestro trabajo tendría bastante poco sentido. Sin embargo, creo que todos saldríamos reforzados si estuviésemos convencidos de que es importante compartir información entre colegas, y por desgracia esto no es así, aún hay entrenadores que siguen siendo recelosos a la hora de compartir ideas que funcionan, pensando que el que otros las sepan puede ser negativo para ellos.
El cuarto principio al que hace referencia Stevenson es el de basarse en la evidencia científica, en hechos objetivos. En el deporte tenemos áreas como la del análisis de rendimiento que nos permite obtener información objetiva sobre el rendimiento de nuestros jugadores. Utilizar esta información en lugar de basarnos únicamente en nuestras propias percepciones o creencias nos va ayudar a que tanto nosotros como nuestros deportistas tengamos una mayor confianza en que el trabajo que estamos realizando va en la dirección adecuada.
El quinto principio nos dice que para avanzar hay que equivocarse. Aquellos que consiguen avances significativos son los que no tienen miedo a equivocarse. Como dice Seth Godin “la mejor manera de empezar a avanzar es tomando el camino equivocado”. En algún artículo previo ya hablé de la importancia de trasladar esto a nuestros jugadores, pero creo que también es importante que nos lo apliquemos nosotros mismos. Si queremos ser mejores entrenadores, tenemos que estar dispuestos a innovar, a probar, y esto hará que en ocasiones nos equivoquemos, pero sin duda, nos hará avanzar y mejorar.
El sexto principio habla de que somos lo que hacemos y no lo que tenemos intención de hacer. Es importante que pasemos a la acción, que llevemos a la práctica aquello que pensamos que va a hacer que el futuro sea mejor. En este sentido existen estudios que hablan de que cuanto más contamos a los demás lo que vamos a hacer y no lo hacemos, más difícil es luego llevarlo a la práctica. Por tanto, tenemos que aplicarnos y transmitir a nuestros deportistas que no vale con las buenas intenciones, lo que importan son los hechos.
El séptimo principio nos dice que tenemos que mantener nuestro cinismo bajo control. Según Stevenson el cinismo es la excusa perfecta que justifica nuestra pereza. Tras el cinismo hay una falta de ambición y una creencia de que las cosas no se pueden cambiar, y por tanto, no vale la pena intentarlo. Recordad lo que hablábamos de mi jugador, para él, la excusa de que él es así y que no puede cambiar le hace, en ocasiones, ni siquiera intentarlo. Estoy seguro de que si pensamos un poco, cada uno de nosotros encontraremos muchísimas ocasiones en las que hemos utilizado la excusa de que “las cosas son así” y que no merece la pena esforzarnos para cambiar.
El octavo principio y, según Stevenson, el más importante, es entender cualquier proyecto o cambio, como un torneo de distintas fases donde en cada fase hay que disputar diferentes partidos. En las primeras fases perderemos la mayoría de los partidos porque las ideas no están asentadas, son novedosas etc. pero a medida que vayamos avanzando, comenzaremos a ganar más partidos de los que perderemos, hasta que al final ganemos casi todos los partidos. Por tanto, es importante no confundir una fase con el torneo entero. De esta forma, nuestros jugadores tienen que entender que cuando hacen un cambio técnico o táctico, al principio va a suponer cometer más errores y un descenso del rendimiento, pero si entienden esto, estarán preparados para ir superando fases y al final cometer más aciertos que errores y de esa forma mejorar su rendimiento inicial.
¿Por qué no nos enfrentamos al mundo con un optimismo inteligente?
Por: Rafael Martínez