
2025-02-05
Columna de Arturo Núñez: “El atropello”
“Pero si fue sin querer”, argumentan algunos para minimizar la agresión que sufrió Christian Garín, de parte del belga Zizou Bergs.
Si no fue a propósito, igual constituye una agresión y es grave.
Y si hubiera sido con intención, sería más serio aún.
En el fútbol, las agresiones son merecedoras hasta de tarjeta roja directa. Y hablamos de un deporte de roce.
Por lo tanto, en el tenis, en el que no existe contacto físico, una agresión de esa naturaleza califica como un hecho insólito e inaceptable.
Cómo estamos en una época de argumentos insostenibles, algunos afirman que el jugador belga tenía derecho a expresar sus emociones, y correr por la cancha celebrando eufórico como caballo desbocado.
Los mismos dicen, además, que lo que importa es la espontaneidad y que quienes son más recatados para manifestar su sentir, no viven la vida al máximo.
Pareciera que eso fue lo que sucedió. Embargado por el egoísmo, el tenista local olvidó que no estaba solo en el mundo, sino que también había un rival que se desplazaba por la cancha, a quien atropelló y causó daño.
Lo que vino después es completamente delirante, surrealista.
Presionaron a Garín para que terminara el partido. Y como se negó, Chile perdió la serie.
Para el agresor no hubo ni siquiera un atisbo de sanciones.
Eso me recuerda a un país que conozco bien, en el que si un ciudadano correcto comete una falta mínima, le cae todo el peso de la ley.
No obstante, cuando se trata de un delincuente con prontuario, que comete un delito grave, la justicia aplica toda clase de atenuantes y queda libre.
No sé si de no haber sido arrollado por su rival, Christian Garín hubiera ganado el partido.
Ni yo ni nadie puede saberlo.
Lo que sí sé es que el chileno estaba siendo un duro adversario para su oponente, y eso era muy bueno para su confianza de cara a volver a convertirse en el tenista que fue alguna vez.
Pero todo se derrumbó con este accidente insólito, y la incomprensible decisión posterior de castigar al afectado y no al agresor.
Un atropello literal y metafóricamente hablando.
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