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2025-04-21

Columna de Arturo Núñez: “Mi punto de vista”

Algunos aseguran que un tenista es tan bueno como su segundo saque, o su golpe más débil.

Yo digo que un tenista es tan bueno, como lo inteligente que es para jugar.

He visto jugadores hacer mucho con poco, ya que saben usar bien los recursos con que cuentan.

Muchos tenistas están muy atentos a qué aconseja tal o cual entrenador, o qué hace un determinado jugador.

Y siguen esos consejos, o imitan lo que realizan los tenistas famosos.

Pero olvidan descubrir por sí mismos lo que es bueno para ellos.

Hay que mirar qué dicen y qué hacen los otros.

Pero el jugador también debe mirar hacia adentro, conocerse, saber qué le hace bien y hacer las cosas a su manera.

Si nadie más las hace así, pero al jugador le resultan, entonces ése es el camino.

Algunos dicen que Alejandro Tabilo debe ganar tres partidos en un torneo grande, y recuperará la confianza.

Yo creo el asunto funciona al revés.

Pienso que Tabilo va a ganar, cuando recupere la confianza.

Ganar es la consecuencia de tener confianza.

Cuando competía en juniors, los resultados que buscaba me eran esquivos.

Entonces, entrenaba con mayor dedicación.

¿Qué haría hoy?

Me olvidaría del tenis por una semana o diez días, para relajarme.

En ocasiones, hay que desconectarse para volver a conectarse.

Siempre me dijeron que un partido de tenis era un combate, ante un rival que había que derrotar.

Por eso, la mayoría de los jugadores demuestra una cierta agresividad en sus gestos, como la mano empuñada al ganar un punto, durante un partido.

Incluso, algunos tenistas confiesan que les resulta complejo enfrentar a un amigo, ya que les cuesta que la agresividad aflore ante alguien a quien le tienen afecto.

Yo también creí que la agresividad era necesaria para triunfar.

Pero con el tiempo descubrí que no existe tal batalla que librar, ni oponente al que vencer.

Entendí que si había alguna lucha en la cancha era conmigo mismo, por controlar mi carácter y resolver los problemas que me presentaba el partido.

Comprendí que mi peor enemigo podía ser yo mismo y que lo que hacía mi oponente no era tan importante, sino cómo yo me comportaba ante esas situaciones.

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