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2024-08-13

Columna de Arturo Núñez: “Los improvisados”

En la actualidad, existe un fenómeno creciente que me preocupa: veo a bastantes profesores de tenis “improvisados”, impartiendo clases en diferentes clubes que arriendan canchas.

Me refiero a personas que porque juegan medianamente bien, están convencidas que se encuentran en condiciones de enseñar.

Aunque la mayoría no ha asistido nunca a un curso, o capacitación, para entrenadores.

¿Cómo lo sé?

Porque se nota demasiado al verlos dar una clase.

En general, sus principales herramientas son gritar con estridencia, animar sin pausa (diciendo a cada rato “vamos” o “dale”) y hacer transpirar copiosamente al alumno con ejercicios agotadores.

El problema es que esos ejercicios cansadores, pueden no ser beneficiosos de acuerdo al nivel técnico y físico del pupilo.

Pero para los “improvisados”, eso es irrelevante.

En el mejor de los casos se los puede calificar como motivadores, pero nunca como docentes de una disciplina deportiva.

Quienes reciben con justicia el rótulo de profesores de tenis, se lo han ganado en base a una trayectoria de años vinculados a la enseñanza, en sus distintos niveles.

Convertirse en un profesor de tenis respetable toma tiempo. No es algo que se pueda conseguir de manera instantánea, como preparar un jugo en polvo.

A quienes califico como “improvisados”, son “profes” que durante sus clases hablan poco y nada de técnica y táctica, elementos fundamentales para que el alumno progrese.

Y la explicación es muy simple.

Dejan de lado esos aspectos básicos, porque les resulta imposible referirse con propiedad a algo que no dominan en lo más mínimo.

Por último, ahí hay algo de honestidad. No se meten en lo que no saben.

Pero hay casos peores.

Están los que sí abordan aspectos técnicos sin los conocimientos, ni la metodología necesaria de acuerdo a los diferentes tipos de alumno que reciben.

El comprarse un canasto lleno de pelotas nuevas, no hace que una persona que arrienda una cancha se transforme por arte de magia, en un buen profesor de tenis.

La cosa no es tan fácil.

“El hábito no hace al monje”, dice el refrán.

Y en el caso descrito, eso se aplica a la perfección.

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